Jamás he sido buen estudiante, me daba pereza el mero hecho
de tener que leer una página de algo que no me importaba y que tampoco hacían porque
me interesase. Terminé la ESO repitiendo cuarto y sin ninguna intención ni motivación
que me hiciese siquiera intentar hacer bachillerato. Así pues, decidí hacer un
Graso Medio de cocina, algo que me encanta hacer, pero solo en mi casa y para
la gente que quiero como más tarde descubriría. Resultó que no quedaban plazas
para el Grado de cocina, así que me apunté a lo más parecido que había, Grado
Medio de Servicios en Restauración.
Este ciclo, en resumen era para aprender a ser camarero,
cosa que llevo siendo desde los catorce años ya que mi familia tiene un negocio
de hostelería. En el Grado también hacíamos cócteles, aprendíamos sobre vinos y
cocinábamos, esta era mi parte favorita. El Grado eran dos años, los cuales
pasé sin mucha dificultad, se me daba bien aquello. Al final del curso, había que
hacer unas prácticas de tres meses en un restaurante u hotel, los cuales nos
marcaba la escuela. A mí me tocó un hotel en Madrid, al cual tardaba dos horas
en llegar y otras dos en volver, sumándole las ocho horas de prácticas. Mi “clic”
se acercaba.
Aquel hotel de “cinco estrellas” (y lo pongo entre comillas porque
si yo contara lo que se hacía en la parte de atrás…) era un lugar en el que los
directivos echaban a los trabajadores cada x tiempo para que no tuvieran antigüedad
y tomaban a todos los estudiantes en prácticas que podían para tener mano de
obra GRATUITA. Afortunadamente los trabajadores del hotel eran gente
maravillosa con nosotros y nos hacían aquella situación más amena. Mi “clic” se
reveló cuando al hablar con esas personas tan encantadoras, me di cuenta de que
no eran felices con su trabajo, que aquello era aún más infierno para ellos que
para mí, que debido a estar tantas horas de pie, yendo de un lado a otro sin
descanso, su salud estaba resentida. Esta situación yo ya la vivía en casa
debido a nuestro trabajo, pero fui verdaderamente consciente de esta realidad
al verlo en aquellas personas ajenas a mi entorno más íntimo.
En este momento tuve la revelación y la certeza de que
aquello no iba a ser mi futuro, me negué en rotundo a aceptar que ese fuese a
ser mi destino. Así que al terminar las practicas no sin un derroche de fuerza
de voluntad por mi parte, me tomé un tiempo para pensar en qué me hacía feliz. Enseguida
se me vino a la mente la alegría que me da cuando entra un niño/a mi negocio y
me pongo a jugar con él/ella. Lo vi claro, quería estudiar un Grado Superior de
Educación Infantil. Se lo dije a mis padres, los cuales me dijeron que les parecía
bien pero que tenía que seguir yendo a trabajar. Busqué una academia para
preparar el examen de acceso de Grado Medio a Superior y con mucho esfuerzo, ya
que nunca he tenido unos buenos hábitos de estudio, conseguí aprobar con un
cinco, era poco, pero estaba aprobado que era el objetivo. Eché la matricula en
septiembre y al no ser admitido en el Grado, se me presentó una situación realmente
dura a nivel personal y familiar. Iba a ser un año en el que académicamente no
iba a poder hacer nada, así que tenía dos opciones, o meterme de lleno en mi
negocio familiar, o seguir mejorando y preparándome para mi futuro. Lo tenía
claro, mi futuro era lo más importante, en ese momento pensé en que podía fallar
si el año próximo conseguía entrar el Grado y la respuesta fue inglés. Me metí
en internet, encontré una agencia y a las dos semanas estaba en Inglaterra,
donde pasé dos meses.
Al volver a España,
volví a matricularme en Educación Infantil y esta vez sí que entré. Las cosas
marchaban según lo planeado, algo en mi había cambiado, ya no era el de antes y
mi motivación por aquellas clases era algo nuevo en mí, recordemos que abrir un
libro en la eso era una condena a muerte para un servidor. Aprobé todo, y con
notas fantásticas, hasta inglés, una asignatura que lo máximo que había sacado
en mi vida había sido un cinco y en septiembre. Solicité, una beca Erasmus para
hacer mis prácticas en Italia y me la concedieron. Allí pase dos meses y medio
donde además de aprender muchísimo sobre educación, aprendí a defenderme en
otro idioma más. Estaba claro que el antiguo chico con alergia a estudiar y a
aprender había desaparecido por completo. Después de aprobar el Graso Superior quería
más, más conocimientos y por eso estoy ahora en la universidad.
Quien me iba a decir a mí con dieciséis años, una edad dura académicamente
hablando para mí, que después de repetir cuarto de la ESO y sin ninguna intención
de seguir estudiando, encontraría un camino que me llena, una labor con la que
poder mejorar el mundo, un trabajo en el que todos los días son diferentes
gracias a la espontaneidad de los pequeños y pequeñas, un trabajo con el que
disfrutar y con el que despertarse con una sonrisa, y no uno en el que cada día
es una tortura y solo piensas en que llegue ese día libre. Reconozco no estar
muy informado sobre temas de energías y misticismos, pero sí he vivido en mi
propio ser el cómo cambia el mundo a tu alrededor cuando cambias tu estado de ánimo.
Antes, no me sentía lleno personalmente, me faltaba algo que no me hacía
sentirme completamente feliz y las cosas parecían no cambiar e incluso ir a
peor, pero en el momento en el que decidí que aquella situación tenía que
cambiar, lo primero que hice fue cambiar yo mismo, y las cosas a mi alrededor,
como por arte de magia fueron mejorando hasta el día de hoy. Claro que el
entorno nos moldea y modifica, y afortunadamente yo he tenido un respaldo económico
para poder hacer realidad mis deseos, pero creo que como personas todos tenemos
el poder para dar ese paso a delante y al menos intentar cambiar lo que no nos
hace felices. Esto sería el aceptar nuestra sombra y actuar sobre ella, ya que
si no somos conscientes de lo que nos hace infelices en nuestra vida, no
podremos hacer nada para solucionarlo.
Adrián Erriquez Gistau