miércoles, 15 de marzo de 2017

La importancia de las emociones

El lunes pasado, la profesora Pilar llegó a clase contándonos que no se encontraba muy bien. Que el domingo se había obligado a sí misma a dejar de llorar y que eso se le había transformado en un constipado.
Yo me sentí muy identificada con eso, y me he visto en la necesidad de escribir sobre ello al recordarlo, porque nunca lo hice y creo que lo necesito.
El año pasado empecé la carrera de Psicología en una universidad adscrita a la Complutense porque la nota de selectividad no me daba para entrar en una universidad pública. Yo fui con la idea de aprobar todo con buenas notas y, así, pedir el cambio a la pública al año siguiente. Pero al empezar la carrera, no estaba nada motivada, las clases eran muy aburridas, solo hablaban los profesores, nos soltaban sus sermones y no hacíamos prácticas de ningún tipo. Luego los exámenes consistían en plasmar los apuntes tal cual los habían dado los profesores, y si no, o suspendías o sacabas una nota baja.
Además de esto, en octubre empecé una relación con un chico más mayor que yo, que vivía en otra ciudad, a las dos semanas de estar juntos, me empecé a agobiar con la relación porque él llevaba un ritmo diferente al mío y ya me estaba empezando a agobiar también la universidad.
Tras mes y medio corté esa relación porque me pasaba los días llorando y sintiendo una angustia en el pecho que no podía soportar. Suspendí los dos primeros parciales que tuve, me vine más abajo todavía.
Entonces empezaron las enfermedades, me resfriaba todas las semanas y una semana sí y otra no, se me inflamaban las anginas, hasta tal punto de no poder tragar, ni casi comer.
Por lo tanto, tampoco salía mucho con mis amigos, porque no me encontraba bien de salud.
Entré en un bucle, las asignaturas me agobiaban, haber hecho daño a una persona importante para mí me angustiaba, y necesitaba salir, pero no podía porque me sentía mal por no estar estudiando.
Llegó enero y los exámenes del primer cuatrimestre, aprobé 2 asignaturas de 5. Me vine más abajo todavía. No quería salir, no quería ver a nadie.
Las anginas empezaron a ser más fuertes y más frecuentes, con fiebre muy alta constantemente.
Me puse a estudiar muchísimo más, a intentar llevar las cosas al día y que me fuese mejor. No quería admitir que la carrera no me estaba gustando, que me sentía agobiada y angustiada. Y ya no era que no me atreviese a decírselo a mis padres o amigos, sino que no era capaz de admitírmelo para mí misma.
Entonces llegaron los exámenes del segundo cuatrimestre y saqué un 0 en un examen tipo test que había estudiado muchísimo. Me rompí, no podía hablar, estaba destrozada. Me sentía una inútil, sentía que no servía para nada, que era un fracaso como persona y que estaba defraudando a mis padres. Mi madre se rompió también, me hizo sentir peor con sus comentarios.
Y fue ahí, con sus comentarios ofensivos hacia mí, cuando dije hasta aquí he llegado. Y me lo dije a mí misma: “Paula no quieres seguir estudiando Psicología”. Y se lo dije a mis padres, mi madre se puso aun peor, sentía que estaba fracasando, que no iba a hacer nada, que era una vaga y que lo hacía por capricho.
Hablé seriamente con mi padre y le pedí ir al psicólogo, porque no me veía capaz de afrontar nada, ni mi futuro académico ni el personal. Estaba completamente perdida y agotada de la situación.
Comencé a ir al psicólogo y me desahogué, solté todo lo que llevaba dentro. Todo lo que durante ese año no había querido decir con palabras, pero que mi interior no paraba de chillar. Y fue entonces cuando lo vi claro, necesitaba un cambio de rumbo. Me inscribí en Magisterio, estuve un mes desconectando de todo, llorando y expresando mis sentimientos sin parar. Me corté el pelo, cambié mi habitación de estructura.
Por fin, al final del verano, era capaz de hablar de esto con naturalidad, sin ponerme a llorar y sin tener el sentimiento de inutilidad.

Desde entonces, procuro expresar lo que siento siempre, escucharme y atenderme. Dedicarme mi tiempo y actuar en sincronía con lo que voy sintiendo. Ser fiel a mis emociones.

Paula García Fernández

1 comentario:

  1. Precioso Paula, muchísimas gracias por compartirnos algo tan personal y a la vez que todos podemos sentirnos reflejados, porque el proceso es muy parecido para todo el mundo. Cuánto me alegra que ahora estés en otro momento y aprendieras tanto

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