martes, 28 de marzo de 2017

De una salen cientos y de esos cientos, salen miles

¿Por qué si la imaginación es infinita y parte de la naturaleza humana, cuando somos adultos necesitamos que nos guíen e incluso digan cómo hacer para que ésta surja? Qué triste que nos arranque y nos priven de la cualidad más importante de la humanidad, la misma que nos ha hecho avanzar en todos y cada uno de los aspectos que nos influyen. Pero claro, es más fácil manipular personas que no se cuestionan lo que se les impone, que singuen las normas sin rechistar y que hacen “su labor” obedientemente, labor escogida por otra parte de forma manipulada por nuestros queridos “jefes”. Por eso ponen tanto empeño en extraernos desde la infancia esta cualidad que nos dota de excelencia.

Afortunadamente, quedan personas que saben cómo sacar esa pequeña chispa de genialidad que todavía habita tenuemente en lo más profundo de nuestro interior, una chispa que muchas veces somos incapaces de dejar que salga y nos mueva por completo, pero que gracias al trabajo de personas especiales, aunque solo sea durante un ratito a la semana, conseguimos que nos inunde de genialidad. Gracias a este proceso de apertura mental, conseguimos que de una tela de araña, salga un soporte donde dejar nuestros mensajes.

Es raro que para crear, haya que dejar de pensar y dejarse llevar, pero estamos tan atados a lo que la sociedad nos impones, que nuestras cuerdas se vuelven cadenas. Menos mal que todavía hay personas con buenas cizallas que sabe cómo romperlas, consiguiendo que estos futuros maestros tengan las ideas claras respecto a su labor futura. GRACIAS.











Adrián Erriquez Gistau

miércoles, 15 de marzo de 2017

Mi niña herida




En la anterior clase, lunes 13 de marzo, vimos que cada uno tiene su niño/niña heridos internos, cada persona lleva el suyo propio a cuestas y esto hace que reprimamos lo que nos pasa.
Con relación a esto, Pilar no mostró que cada uno tiene una especie de mandala interior, en el centro está la vulnerabilidad de cada uno mientras que en el exterior se encuentra la barrera/corteza de protección. En ocasiones tenemos situaciones de intimidad como es el caso de enamorarse de otra persona, esto hace que quitemos esa barrera de protección y estemos más expuestos a que nos hagan daño, al estar las capas de vulnerabilidad en contacto con tu pareja. O puede que no te quites esa barrera a modo de prevención, porque claro, vaya ser que ataquen tu vulnerabilidad y se aprovechen de eso.
Hablo de esto, ya que a raíz de la primera relación seria que tuve, al hacerme tanto daño mi exnovio, decidí no volver a quitar esa barrera, mantenerme dentro de ella, y ver como las cosas iban pasando, pero desde una perspectiva más alejada, más fría.
Esto hizo, como bien comentamos en clase, que siempre mantuviera como una distancia de seguridad con cualquier chico que se me acercara, mostrándome desconfiada y en ocasiones fría y cortante. A su vez, hizo que no pudiera ser yo misma, me cohibía y a la mínima que veía algo especial en algún chico me alejaba, o en ocasiones les buscaba cualquier excusa tonta solo por el motivo de evitar sentir algo por otra persona.
Estuve así una cosa de dos años, teniendo a mi niña herida hambrienta de amar, pero con más miedo que otra cosa, por lo que me mantenía en mis quinces de no querer nada con ningún chico.
Hasta que de pronto, apareció alguien, que te descoloca un poco tus esquemas de persona fría y distante, que te da una confianza aplastante, que poco a poco va apartando esos pinchitos de tu barrera de protección y que te hace ver que no todas las relaciones van a ser iguales, y que ni mucho menos todos los chicos iban a ser igual que mi exnovio… ¡Y menos mal!
Como conclusión, hay veces que aparecen personas capaces de hacer que quitemos esas barreras, que seamos nosotros mismos en todo momento, que hagan que viejas heridas se curen y que por supuesto, alimenten con mucho amor a esos niños heridos. Y esas personas, ya sean familiares, amigos o parejas, valen millones y hay que conservarlas.

Alicia Reyes Mora

Mandalas de chocolate


El pasado lunes 13 de marzo, tuvimos una clase más dulce de lo normal. No tocó hacer mandalas con chocolate, todo un placer para una viciada del chocolate como yo.

Cuando era pequeña era un poco “culo inquieto”, como decía y me sigue diciendo mi abuela, al no parar de ir de un lado a otro. Al entrar en primaria, conocí a María, mi profesora de primero y segundo, la cual tengo un cariño y una admiración que me sigue perdurando a día de hoy. Ella fue la que aconsejó a mis padres que hiciera mandalas para intentar que de esa forma consiguiera relajarme a la vez que fomentara mi creatividad. La idea fue todo un éxito, conseguí canalizar ese nerviosismo a la par que me divertía.

El hecho de hacer esta actividad en clase y de juntar dos elementos que me gustan mucho, me han hecho transportarme a mi infancia, recordar los momentos vividos con esa profesora, las tardes enteras pintando mandalas de todos los tipos posibles, animales, figuras geométricas, flores, entre otros.  Y de qué mejor manera que con un sabor de boca muy muy dulce.

En esta ocasión, me he guiado con el patrón de la oblea, y he rellenado las letras que tenían que ver con iniciales de mis familiares. Y sin darme cuenta me ha salido las palabras AMA y MAR, gran casualidad, ya que soy una fan incondicional de ir a la playa siempre que puedo y estar horas tumbada en la arena oyendo las olas del mar.

Gracias Pilar por esta maravillosa actividad, que sin lugar a duda el día de mañana, cuando sea profesora, la utilizaré.

Alicia Reyes Mora

La importancia de las emociones

El lunes pasado, la profesora Pilar llegó a clase contándonos que no se encontraba muy bien. Que el domingo se había obligado a sí misma a dejar de llorar y que eso se le había transformado en un constipado.
Yo me sentí muy identificada con eso, y me he visto en la necesidad de escribir sobre ello al recordarlo, porque nunca lo hice y creo que lo necesito.
El año pasado empecé la carrera de Psicología en una universidad adscrita a la Complutense porque la nota de selectividad no me daba para entrar en una universidad pública. Yo fui con la idea de aprobar todo con buenas notas y, así, pedir el cambio a la pública al año siguiente. Pero al empezar la carrera, no estaba nada motivada, las clases eran muy aburridas, solo hablaban los profesores, nos soltaban sus sermones y no hacíamos prácticas de ningún tipo. Luego los exámenes consistían en plasmar los apuntes tal cual los habían dado los profesores, y si no, o suspendías o sacabas una nota baja.
Además de esto, en octubre empecé una relación con un chico más mayor que yo, que vivía en otra ciudad, a las dos semanas de estar juntos, me empecé a agobiar con la relación porque él llevaba un ritmo diferente al mío y ya me estaba empezando a agobiar también la universidad.
Tras mes y medio corté esa relación porque me pasaba los días llorando y sintiendo una angustia en el pecho que no podía soportar. Suspendí los dos primeros parciales que tuve, me vine más abajo todavía.
Entonces empezaron las enfermedades, me resfriaba todas las semanas y una semana sí y otra no, se me inflamaban las anginas, hasta tal punto de no poder tragar, ni casi comer.
Por lo tanto, tampoco salía mucho con mis amigos, porque no me encontraba bien de salud.
Entré en un bucle, las asignaturas me agobiaban, haber hecho daño a una persona importante para mí me angustiaba, y necesitaba salir, pero no podía porque me sentía mal por no estar estudiando.
Llegó enero y los exámenes del primer cuatrimestre, aprobé 2 asignaturas de 5. Me vine más abajo todavía. No quería salir, no quería ver a nadie.
Las anginas empezaron a ser más fuertes y más frecuentes, con fiebre muy alta constantemente.
Me puse a estudiar muchísimo más, a intentar llevar las cosas al día y que me fuese mejor. No quería admitir que la carrera no me estaba gustando, que me sentía agobiada y angustiada. Y ya no era que no me atreviese a decírselo a mis padres o amigos, sino que no era capaz de admitírmelo para mí misma.
Entonces llegaron los exámenes del segundo cuatrimestre y saqué un 0 en un examen tipo test que había estudiado muchísimo. Me rompí, no podía hablar, estaba destrozada. Me sentía una inútil, sentía que no servía para nada, que era un fracaso como persona y que estaba defraudando a mis padres. Mi madre se rompió también, me hizo sentir peor con sus comentarios.
Y fue ahí, con sus comentarios ofensivos hacia mí, cuando dije hasta aquí he llegado. Y me lo dije a mí misma: “Paula no quieres seguir estudiando Psicología”. Y se lo dije a mis padres, mi madre se puso aun peor, sentía que estaba fracasando, que no iba a hacer nada, que era una vaga y que lo hacía por capricho.
Hablé seriamente con mi padre y le pedí ir al psicólogo, porque no me veía capaz de afrontar nada, ni mi futuro académico ni el personal. Estaba completamente perdida y agotada de la situación.
Comencé a ir al psicólogo y me desahogué, solté todo lo que llevaba dentro. Todo lo que durante ese año no había querido decir con palabras, pero que mi interior no paraba de chillar. Y fue entonces cuando lo vi claro, necesitaba un cambio de rumbo. Me inscribí en Magisterio, estuve un mes desconectando de todo, llorando y expresando mis sentimientos sin parar. Me corté el pelo, cambié mi habitación de estructura.
Por fin, al final del verano, era capaz de hablar de esto con naturalidad, sin ponerme a llorar y sin tener el sentimiento de inutilidad.

Desde entonces, procuro expresar lo que siento siempre, escucharme y atenderme. Dedicarme mi tiempo y actuar en sincronía con lo que voy sintiendo. Ser fiel a mis emociones.

Paula García Fernández

martes, 14 de marzo de 2017

Trabajando la arcilla


Estas imágenes son del trabajo realizado por niños y niñas de edades entre dos años y medio y tres.








Adrián Erriquez Gistau

miércoles, 8 de marzo de 2017

Todos los días son 8 de marzo.

Ayer volví a recuperar la confianza en las nuevas generaciones.

Mientras volvía del cole con mis niños, sin venir a cuento, Gabriel (8 años)  me dijo;
- Elena, ¿a tí no te parece mal que piensen que las chicas sois peores? Me parece fatal que haya gente que diga esas coas. Ya ves tú, vaya tontería, todos hacen cosas mejor y peor sean chicos o chicas. Por ejemplo, a mi madre se le dan fatal las matemáticas y a mi muy bien, pero ella habla inglés mucho mejor que yo. Vaya idiotas los que piensan que las chicas sois peores en todo lo que hacemos.

A lo que Joaquín (5años) añadió;
- Pues sí, porque mami es la mejor jefa de su trabajo y todos la quieren un montón.

Lo que más me sorprendió fue la forma en que lo decían, la indignación que sentían y el desprecio a las personas que siguen teniendo un pensamiento que la mujer es un ser inferior.

Gracias mis niños por demostrarme un día mas lo grandes que podéis llegar a ser.

Feliz día de la mujer, ayer, hoy, mañana y siempre.

Elena Alonso Pino

Día de la mujer

El día que no nos asesinen por ser mujeres. 
El día que no nos violen por ser mujeres. 
El día que no tengamos diferencias salariales. 
El día que no nos digan cómo nos tenemos que vestir, juzgándonos por ello. 
El día que no tengamos que pasar miedo volviendo a casa por si alguien nos hace algo. 
El día que nos cojan en un puesto de trabajo independientemente de si estamos en edad fértil o no. 
El día que se deje de pensar, de decir y de dar por supuesto (de manera consciente o inconsciente) que las tareas domésticas las tienen que hacer las mujeres. 
El día que no nos silben por la calle. 
El día que no nos chillen sus opiniones de nuestro cuerpo por la calle: porque no nos importa. 
Ese día, habrá que celebrar el día de la mujer. 
Hasta entonces, tendremos que seguir luchando por nuestros derechos y por una sociedad igualitaria, donde hombres y mujeres somos exactamente iguales.


Paula García Fernández


martes, 7 de marzo de 2017

Dibujos infantiles

Estos son algunos de los dibujos que hacían niños y niñas con edades entre los dos y medio y los tres años. Las imágenes está sacadas por mí personalmente en mis prácticas del Grado superior.


Giulio (dos años y medio casi tres)

Duccio (dos años y medio casi tres)

Miriam (entre dos años y dos y medio)

Diletta (dos años y medio casi tres)
Adrián Erriquez Gistau